domingo, 17 de septiembre de 2017

UN OFICIO DE PELÍCULA: LOS DOBLES DE RIESGO URUGUAYOS

El riesgo como un estilo de vida

Los uruguayos Tabaré Carballo y Solier Fagúndez, dos especialistas en escenas peligrosas.
El actor Diego Cowks ha hecho en Uruguay algunas escenas peligrosas. Foto: El País
Caballo y Fagúndez tirándose desde un risco de 45 metros. Foto: El País
Tabaré Carballo. Foto: Gerardo Pérez
Carballo participó en la última serie sobre las aventuras del zorro. Foto: El País
El actor Diego Cowks ha hecho en Uruguay algunas escenas peligrosas. Foto: El País
Caballo y Fagúndez tirándose desde un risco de 45 metros. Foto: El País
Tabaré Carballo ni piensa en el paso de los años, se siente joven. Y asegura que, si se pone a entrenar un poco, en unos días puede estar listo para trepar paredes y hacer saltos mortales como solía hasta hace un tiempo, cuando trabajaba como doble de riesgo. Es capaz de tirarse desde el séptimo piso de un edificio, realizar persecuciones en auto a más de 100 kilómetros por hora, dar varios vuelcos y salir ileso, o colgarse de un helicóptero a pulso, sin ningún elemento de seguridad que lo sostenga.
Este uruguayo ha participado en más de 100 películas y series, la mayoría de ellas rodadas en España, pero también en Portugal y en Hollywood. El Curro Giménez, La máscara negra, La flecha negra, La fría luz del día, o la serie Las nuevas aventuras del Zorro fueron algunas de las cintas en las que tomó parte como actor y doble de riesgo. Trabajó junto a figuras reconocidas como Sigourney Weaver, Bruce Willis y Tom Berenger.
Cuando tenía 19 años decidió dejar Uruguay y probar suerte en otro país. Fue a enseñar artes marciales a Brasil y un año después, a España. "Cuando llegué no sabía qué iba a hacer. En esa época, en los años 80, la situación estaba brava. Hubo varios días que pasé hambre y dormí en la calle", recuerda.
Un día conoció a dos hombres en un bar y se pusieron a charlar. Entre café y café les contó que era uruguayo y que no sabía bien qué era lo que estaba haciendo allí, que lo de él eran las artes marciales, pero que había estado recorriendo varios clubes y no conseguía trabajo. Les comentó que estaba pensando probar suerte en Estados Unidos. "Me preguntaron qué pensaba hacer allá y les dije medio en broma: Y andá a saber si no termino haciendo escenas de acción en Hollywood. Uno de ellos, que resultó ser actor de teatro, me miró y me dijo: "¿Para qué vas a ir a EE.UU. si ellos vienen a España a filmar las películas?", contó Carballo a El País.
El actor le pasó algunos contactos telefónicos y direcciones. "A partir de ahí empecé a tocar puertas. Llamaba y me ofrecía para hacer escenas peligrosas que tal vez otros actores no se animaban a hacer", relató. Al poco tiempo le surgió la primera oportunidad de hacer escenas de acción en una película.

Desafíos.

A lo largo de su carrera ha tenido que hacer varias, pero una de las escenas de riesgo que más recuerda fue en la película La rapsodia de los cuatreros (1984). Junto a otro uruguayo, Solier Fagúndez, debieron saltar al agua desde el pico de un risco; eran 45 metros, unos 20 pisos de un edificio de apartamentos.
"Nos llamaron porque ningún actor ni doble de riesgo se animaba a hacerlo", relata.
Solier, el otro doble uruguayo que saltó con Carballo, recuerda ese día "como si fuera hoy".
"Antes de tirarnos, uno de los entrenadores de dobles de riesgo más prolíficos del mundo, Vic Amstrong, me dijo: Solier, te doy una estadística: de 112 que saltaron de más de 41 metros, 107 murieron, tres están en coma y dos en silla de ruedas. Mi contestación a tantas palabras de aliento fue: Me gustan las flores amarillas", contó entre risas Solier (60) quien está radicado en Inglaterra desde hace 17 años.
Recuerda que lo peor de todo fue la espera. "Estuvimos casi cuatro horas antes de saltar porque las nubes tapaban el sol y no se podía filmar. Más de cuatro veces el director gritó: ¡Acción!, y cuando empezábamos a correr para lanzarnos, gritaba: ¡Corten!". En un momento, la mente de Solier "estaba a punto de quebrarse" por lo que le pidió al director que cambiara la palabra "acción" por "cuando quieran". Cuando llegó la orden, Carballo y Solier saltaron desde el risco, alcanzando una velocidad de casi 200 kilómetros por hora al llegar al agua.
En la orilla estaban esperando médicos y una ambulancia por si alguno resultaba herido. Carballo estuvo 4 horas sin poder recordar lo que había pasado. Cada uno recibió 10 mil dólares por la escena del salto.

Vida al límite.

Carballo ha puesto su vida en riesgo en numerosas ocasiones: se ha tirado desde un barranco lleno de piedras montado a caballo, ha sido atropellado, ha realizado persecuciones en auto y vuelcos de más de 5 vueltas a 100 kilómetros por hora, y se arrojó al vacío desde un décimo piso atravesando un ventanal de vidrio luego de una explosión.
Solier, en sus más de 90 películas y 25 comerciales, también ha tenido que realizar escenas similares, pero recuerda una en particular. "Iba colgado de un helicóptero a casi 600 metros de altura con un piloto que no era actor de riesgo, sólo hacía viajes de placer. Yo tenía que tirarme desde el helicóptero y asirme a una escalera de cuerda que colgaba del patín de la aeronave. Lo tuve que repetir unas 10 veces. En una de las última tomas, el piloto no aguantó más la presión y dejó los mandos", relata. En ese momento el uruguayo quedó en el aire y sin paracaídas. "Fue como si el tiempo se hubiera detenido. Por suerte logré estirar el brazo y agarré la escalera. No soy creyente, pero ese día tuve mis dudas", reflexiona.

Accidentes y protección.

Usualmente, antes de realizar una escena peligrosa, los actores y dobles de riesgo toman precauciones en cuanto a la vestimenta. Lo básico es ponerse coderas y rodilleras que permiten amortiguar los golpes. Se las deben colocar debajo de la ropa para ser imperceptibles. "A no ser que tengas que ir como los indios de taparrabo; en ese caso tenés que joderte y rasparte las rodillas", aclara Carballo.
A pesar de la protección, los accidentes y las lesiones suceden. Carballo asegura que una vez estuvo tres minutos muerto debido a un golpe que sufrió cuando filmaba la serie del Zorro.
"Habían preparado algo que yo sabía que iba a salir mal. Lo que hicieron fue atarme el cuerpo a la montura de un caballo y luego un cable en la espalda. Cuando llegaba a cierto lugar, el cable se enganchaba y me tiraba hacia atrás. Era obvio que el impulso iba a hacer que terminara boca abajo y me golpeara la cabeza contra el piso, y eso fue lo que sucedió", narra. Dice que llegó a ver el "túnel de luz", pero una de las enfermeras que se hallaba en el set logró revivirlo con masajes cardíacos.
"Todo el mundo me daba por muerto. Según me contaron, en un momento quisieron que ella dejara de intentar reanimarme porque pensaban que ya no iba a sobrevivir", dice.
Solier no estuvo muerto, pero sí se llevó varios golpes. Durante el rodaje de un corto publicitario, en el que conducía una moto a alta velocidad, chocaba y salía volando por encima de un automóvil para aterrizar en el suelo, sufrió un corte en la mandíbula y vio correr mucha sangre, "pero nada grave". Dos veces se rompió el tobillo, en varias oportunidades se quebró los dedos de las manos y los pies, y en una ocasión debió permanecer más de una semana sin poder mover el cuello.
Hace unos años, con otros socios, fundó una empresa que se especializa en entrenar a dobles de riesgo. "Ahora, entre película y película, enseño a otros actores cómo no romperse los huesos".

LAS NUEVAS GENERACIONES.
Enseñan a los actores a pelear.

Diego Cowks (32) y Christian Zagía (40) son dos uruguayos que forman parte de las nuevas generaciones de actores de riesgo. Aunque, en sus casos, son un poco más precavidos a la hora de elegir las escenas que interpretan. A pesar de que en la actualidad se encuentra enfocado en la dirección de películas, Diego ha realizado varias escenas de atropellos.
"De tantas veces que lo he hecho, ya soy casi un especialista", dice con una sonrisa. Cuenta que ha soportado ser golpeado por autos que van a 50 kilómetros por hora y que en algunos casos le han quedado varios moretones y lesiones en el cuerpo, "pero nada de gravedad".
"Hay que tener una conciencia corporal para ir aflojando el cuerpo, dejarte llevar y tener el timing para prever con qué parte del auto te van a embestir", dice el actor y director de cine. También ha hecho saltos desde cinco pisos de altura. En el caso de Christian debió tirarse más de cinco veces de un tren en movimiento. En cuanto al costo, dicen que no hay una tarifa fija sino que se cotiza en base al trabajo y al riesgo. "El mínimo por una caída sencilla es de 1.000 dólares aproximadamente, al igual que para un atropello", cuenta Diego. Él y Christian, además de ser actores son también coordinadores de escenas de riesgo y acción. "Lo que hacemos es coreografiar escenas de riesgo o de lucha. Damos clase a los actores sobre cómo pelear y les enseñamos a perder el miedo", dice Christian.

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